Cristina Fernández de Kirchner ocupó el centro del homenaje popular que sus militantes y aliados del Frente de Todos tributaron a Néstor Kirchner, que asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003. CFK ejecutó un discurso político obvio, y su única novedad fue subir al escenario a Eduardo «Wado» de Pedro, Sergio Massa, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, que aparecen como figuras claves de un proceso electoral interno que tiene final abierto.
Si la puesta en escena de Cristina se lee en términos del kirchnerismo duro, es fácil deducir que De Pedro y Massa podrían ser candidatos a presidente, que Kicillof es protegido por la vicepresidenta, y que Máximo Kirchner fue ungido como el heredero de la corriente interna del peronismo que influye en la agenda política desde hace 20 años.
Alberto Fernández no fue invitado a la ceremonia justicialista en honor a Néstor Kirchner y su poder adentro del Frente de Todos ya comenzó a menguar de manera irremediable. El presidente se refugió en Chapadmalal, miró el acto por televisión y comprobó que su gabinete de confianza se redujo a Santiago Cafiero, Vilma Ibarra, Gabriela Cerrutti, Agustín Rossi, Aníbal Fernández y Julio Vitobello.
CFK y sus adláteres pretenden controlar toda la agenda electoral de la coalición oficialista, mientras que Alberto Fernández insiste en unas PASO amplias y competitivas para evitar el dedo de la vicepresidenta. Será una puja palaciega que exhibe la asimetría de fuerzas en juego, cuando la situación económica cruje y las reservas del Banco Central tienen la consistencia del papel mojado.