Alberto Fernández participó de la Cumbre de las Américas y cumplió con sus objetivos de política exterior: representó a Cuba, Nicaragua y Venezuela, que fueron excluidos del foro regional, y profundizó las relaciones personales con Joseph Biden, presidente de los Estados Unidos.
El jefe de Estado desea actuar como nexo entre América Latina y la Casa Blanca, y su paso por Los Ángeles fortaleció sus pretensiones geopolíticas. Biden tuvo un trato cordial con Alberto Fernández y ratificó su invitación para fines de julio en Washington.
Pero esta situación ideal tiene muchas complicaciones hacia adelante. El presidente debe lidiar con los dictadores de Venezuela, Nicaragua y Cuba, además de la debilidad de su propio gobierno. Es muy difícil representar una región a nivel diplomático, cuando tu imagen doméstica no supera el 20 por ciento y corre -todos los meses- hacia abajo.
Alberto Fernández viajará a la reunión del G7 en Alemania, y en ese escenario global planteará una estrategia para dictar un alto el fuego en Ucrania y abrir negociaciones de paz entre Moscú y Kiev.
Un apuesta ambiciosa con final abierto.