Joseph Biden comprendió que había llegado al final del camino y que su epílogo político podía significar el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Durante dos semanas evaluó la posible renuncia a la reelección presidencial, mientras los principales protagonistas del partido Demócrata conspiraban para cerrarle el paso.

Biden contagiado de COVID-19 se encerró en su casa de playa, habló largas horas con su staff más cercano y su familia, y en pocas líneas posteadas en X anunció su decisión histórica. Sólo Lyndon B. Johnson se había atrevido a renunciar a un segundo mandato, jaqueado por la Guerra en Vietnam y el conflicto por los derechos civiles en Estados Unidos.

Kamala Harris, vicepresidente demócrata, tomó la antorcha entregada por Biden. Ella tiene la misión de unir al partido -Barack Obama todavía no la respaldó-, seducir a los donantes y captar los votos de latinos, afroamericanos y jóvenes que desconfiaban del candidato Biden.

Enfrente está Trump: que encabeza las encuestas y tiene un programa de gobierno que va en contra del aborto, la agenda 2030 y la inmigración que llega a la frontera Sur de Estados Unidos, entre otros asuntos claves para América Latina y el mundo.

Harris no tiene un trabajo sencillo. Pero puede hacer historia: nunca una mujer llegó al Salón Oval.