La campaña electoral ya tiene sus ejes políticos: Cristina Fernández oculta las consecuencias penales y sociales de sus dos presidencias, mientras que Mauricio Macri sostiene que su gobierno está sentando las bases de un modelo institucional que intenta enterrar la pobreza, el clientelismo político y la corrupción estatal. En este sentido, Macri tiene un problema básico: los eventuales electores de Cristina sufren su plan económico y no pueden esperar hasta que lleguen las cloacas, el asfalto y el agua corriente hasta su casa. Más simple: miles de votantes del conurbano sueñan con eliminar de la lista de gastos corrientes al camión atmosférico, pero en la dura realidad cotidiana ahora prefieren comprar un kilo de paleta, tarea casi imposible ante la falta de changas, aumento de las tarifas y la inflación que aún golpea en las góndolas.
Sucedió antes de la Revolución de Octubre, con Isabel Perón, durante la administración de Fernando de la Rúa, cuando Adolfo Hitler se encaminaba al poder, en plena campaña de Bill Clinton y a pocos meses del triunfo de Fidel Castro. Siempre los movimientos sociales, los resultados electorales, las crisis políticas encuentran su causa principal en la situación económica. La ética es un concepto que sólo se puede asumir con el estómago lleno. Si hay hambre, la supervivencia ejecuta las decisiones políticas. Y no hace falta leer a Hobbes para entenderlo: el peronismo promete pan a los pobres, y así gana las elecciones, Después traiciona, pero ya es tarde.
Si Macri no asume las enseñanzas de la Historia, si no pone foco en su discurso económico frente a miles de ciudadanos del conurbano que tienen hambre y se resisten a votar a Cristina, su proyecto político zozobrará. Se trata de entender que el aumento de las tarifas públicas, el transporte, la inflación, la ausencia de changas y la presión de los punteros –que prometen la magia de CFK–, construyeron un escenario ideal para el discurso político de la expresidente. La viuda de Kirchner, como sucedió con la viuda de Perón, apela a las emociones multiplicadas por la sensación de abandono y el ruido que hace la panza cuando no tiene nada adentro.
El Presidente habla del futuro, y está muy bien. Pero las elecciones son en el presente. Y la batalla es en la Matanza, donde cierta clase política se resiste a terminar con el populismo, la marginalidad y la pobreza. Los tres conceptos básicos que le permitieron al peronismo gobernar Buenos Aires durante 28 años. Esperanza institucional más la cruda realidad del conurbano. Una promesa y una verdad que van juntos, en un discurso que debe llegar directo al corazón.
Si no llega, si queda sólo en una pose electoral, el camión atmosférico seguirá circulando por las calles de San Justo, mientras CFK junta fuerza y apoyo político para avanzar sobre la Casa Rosada.