Por José Ignacio Torreblanca
La victoria de los partidarios del Brexit es una inmensa derrota para el proyecto europeo. Hasta hoy mismo éramos muchos los que pensábamos que el Reino Unido era el país que por antonomasia había sabido compaginar el proyecto europeo con su identidad nacional, manteniendo a la vez su moneda, sus fronteras, su soberanía parlamentaria y política exterior. Desde esa posición especial forjada por tantos primeros ministros dentro de la UE, Londres ha sabido ser uno de los países más influyentes, y a la vez más independientes. Si alguien ha sabido jugar y ganar a la vez en el tablero europeo y en el global, es el Reino Unido.
Pocos se han beneficiado tanto como el Reino Unido de la adhesión a la UE. El Reino Unido entró en 1973 en la Unión Europea derrotado por una profundísima crisis económica, dividido socialmente y completamente desorientado ante la pérdida de su posición en el mundo. Hoy, en 2016, 43 años después, el Reino Unido es un país vibrante, rico, dinámico, abierto, cosmopolita e influyente. Puede que, paradójicamente, haya sido precisamente ese renacer británico dentro de la UE y gracias a ella el que haya llevado a una mayoría de británicos al convencimiento de que pueden volver a apañárselas solos. Y sin duda que lo harán. Qué duda cabe. Si esto fuera cierto, la Unión Europea se revelaría, como señaló precisamente un historiador británico, Alan Milward, no como un proyecto federalista de integración, sino como una herramienta para el rescate de los Estados-nación fracasados de la Europa posterior a la segunda guerra mundial.
¿Qué va a ocurrir ahora? No deja de ser paradójico que la confianza en sí mismos que han demostrado una mayoría de británicos al votar por marcharse de la Unión Europea sea simétrica al abatimiento que han provocado en el resto de Europa y al entusiasmo entre los eurófobos, que lo celebrarán y querrán imitar. Después del voto británico, la UE se parece hoy al Reino Unido de 1973: perdida y desorientada, desbordada por los acontecimientos, sin un plan de futuro claro. Después de años de rescates de estados miembros golpeados por la crisis, es urgente rescatar al proyecto europeo. Ello requiere que los líderes europeos tracen un plan y lo respalden políticamente con todas las consecuencias. El oportunismo de Cameron ha abierto una sima: superarla requiere un gran salto adelante. De lo contrario, caeremos en el abismo de la desintegración.
*Publicado en El País de Madrid.