Una vez le preguntaron a Raúl Alfonsín cuando sintió que su gobierno había terminado. Alfonsín ya estaba en el desierto y podía reflexionar sin condicionamientos políticos. Miró a su interlocutor y dijo:
-Cuando se aprobó el Punto Final. Ahí quebré mi mandato social, y la economía hizo el resto.
Javier Milei llegó a la Casa Rosada con un mandato preciso: luchar contra la corrupción y arreglar la economía.
A Milei le funciona el plan económico respecto a las promesas electorales, y se fue a la banquina con la ley de Ficha Limpia. El presidente detesta a Alfonsín, pero debería aprovechar sus enseñanzas políticas.
En algún momento del mandato de cuatro años se paga por las promesas incumplidas, y ese costo siempre es mayor al brillo coyuntural de los jueguitos de salón que se proponen en Balcarce 50.
Con la desilusión ya instalada, una nueva ruptura del contrato social puede causar una hecatombe institucional, adonde lo viejo regresa con el collar de Lampedusa.
El poder permanente ama a los perros.