La segunda ola del COVID-19 presagia un escenario complejo por sus consecuencias sanitarias y sociales. No hay vacunas a la vista, al margen de las promesas de Vladimir Putin y Xi Jinping, y la curva de contagios crece en una espiral geométrica.
Sin dosis en stock y con crecimiento de contagios, las Unidades de Terapia Intensivas (UTI) tenderán a colapsar. No habrá camas para todos en peligro de muerte.
En este contexto, las relaciones institucionales entre el Gobierno y Juntos por el Cambio asemeja a una pelea en el barro. La desconfianza mutua traba el diálogo, y las próximas elecciones exorcizan la posibilidad de un acuerdo político para enfrentar una probable demanda social disparada por el encierro, la situación económica y la eventual crisis sanitaria.
Futuro imperfecto.
Hay un mínimo tiempo para corregir el rumbo. Ya hay olor a hielo.