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Geopolítica y porotos

Geopolítica y porotos

Notas

Mauricio Macri cree que la candidatura de Susana Malcorra a la ONU es una ventaja estratégica para la Argentina. La vocación de poder de Malcorra, más la decisión presidencial de acompañar su sueño personal, colocan al país en un lugar distinto frente a la sociedad global que busca nuevos protagonistas para encaminar una agenda caracterizada por la crisis social, el terrorismo, los refugiados y el cambio climático. A Héctor Timerman apenas lo saludaban en los ascensores de la ONU, mientras que Malcorra puede suceder al secretario general Ban Ki moon, si Estados Unidos, Rusia, China, Francia e Inglaterra como miembros permanentes del Consejo de Seguridad evalúan que es lo apropiado para satisfacer sus intereses geopolíticos. Puede ser un enorme triunfo internacional para Macri, pero también puede provocar importantes daños colaterales en la actual hoja de ruta de la diplomacia argentina.

La clave es Inglaterra, que debe decidir si avala que su adversario histórico en el Cono Sur acceda al puesto más alto en el organismo multilateral más poderoso vinculado a las relaciones exteriores mundiales. Si el premier David Cameron acepta la candidatura de Malcorra –con un voto directo o una abstención–, la mirada se moverá hasta Balcarce 50. Es obvio que Londres no hace nada gratis, y Macri debería asegurar que la posición británica no se explica por la postergación sine die de los reclamos soberanos que tenemos sobre las Islas Malvinas. Es más, el Presidente debería adelantar que en las negociaciones de Malcorra para obtener luz verde del Foreign Office, nunca se usará el caso Malvinas para obtener ese voto fundamental en el Consejo de Seguridad.

Con el apoyo de Macri, la canciller recorre el mundo para lograr los votos en el Consejo de Seguridad y la Asamblea General. Se trata de un trabajo exhaustivo y a tiempo completo. Malcorra debe explicar su propuesta global a cada jefe de Estado que visita y, a su vez, presentar un proyecto específico que beneficie al país que trata de sumar para llegar a la Secretaría General de la ONU. La conclusión es simple: en qué momento atenderá los asuntos nacionales y de qué manera avanzará en su raid político sin caer en el síndrome de los dos sombreros.

Un ejemplo regional puede servir para que se entienda mejor: Brasil es nuestro socio estratégico, está en medio de una crisis económica, y acaba de suspender por 180 días a su presidenta Dilma Rousseff. En medio de semejante zafarrancho, Malcorra estaba juntando los votos para su candidatura en una gira larguísima alrededor del mundo. Y recién el lunes 23, recibirá al canciller brasileño José Serra.

La campaña para lograr la nominación se extenderá durante los próximos cinco meses y eso implica que Malcorra estará muy ocupada tratando de convencer a los representantes de los 193 países que integran las Naciones Unidas. En este período de tiempo, Macri viaja a la Unión Europea, a una bilateral con Ángela Merkel, al G20 en Macao, a la Asamblea de la ONU y a un nuevo encuentro con el Papa Francisco, por citar eventos internacionales que ya fueron confirmados por Balcarce 50. Es técnicamente imposible que la canciller puede atender la agenda diplomática nacional y dedicar un tiempo razonable para enfrentar a candidatos muy conocidos en la arena global.

Macri enfrenta una compleja disyuntiva política, que debe decidir cuánto antes. No es indispensable que Malcorra continúe como canciller para llegar a la Secretaría de Naciones Unidas. Alcanza con revisar los antecedentes históricos de la ONU, desde 1946 a la fecha. Y Malcorra lo sabe.