Mauricio Macri es apoyado por Estados Unidos, Japón, China, Alemania, Chile, Italia, Brasil y España. Avanza en una negociación urgente con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y ya tiene prometidos fondos frescos que aportaran el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). No hubo un sólo gobierno en democracia –desde Raúl Alfonsín hasta Cristina Fernández– que obtuviera tanto respaldo político y económico para enfrentar esta corrida en la City Porteña.
Sin embargo, la crisis financiera continúa y el dólar no para de subir. Hay una problema de confianza y el gobierno aún no encontró la salida al laberinto. El discurso de Cambiemos está bajo fuego cruzado y el dólar hacia arriba conspira contra las señales de tranquilidad que intentan comunicar Marcos Peña, Nicolás Dujovne y Luis Caputo. Hasta que no alcance un nuevo piso la divisa americana, la confianza del gobierno irá hacia abajo.
Cuando pase el temporal, Macri tendrá que reparar los daños causados por la suba del dólar y las tasas aplicadas para evitar que el peso continúe su depreciación. No es posible bajar los niveles de desempleo y de pobreza con una tasa del 40 por ciento. No hay una sola empresa que pueda tomar un crédito a esa tasa, y si no hay crédito, es poco probable que aumente el empleo y el consumo.
Ademas, la suba del dólar implicará un mayor nivel de inflación y eso determinará una inmediata apertura de todas las negociaciones paritarias. Ya no hay meta del 15 por ciento de inflación y es obvio que habrá una nueva negociación salarial con un piso cercano al 20 por ciento de aumento. La corrida financiera machucó el plan gradualista de Macri y ahora lo único que queda es un control de daños y un programa que atienda a los sectores más castigados por la suba del dólar y las tasas.
La confianza al gobierno cayó a pisos históricos. Y la recuperación de la imagen presidencial tardará en recuperarse. La inflación de abril y mayo golpeará de nuevo a Macri y su reelección corre peligro. Cambiemos tendrá diez meses para recuperar el terreno perdido, mientas el peronismo ya une fuerzas para aislar a CFK y encontrar un candidato que capitalice la desconfianza de un sector importante de la clase media.
Tras la batalla de la City, iniciará la guerra por la Presidencia. Un acontecimiento político con final incierto.
