Pensaba que era impune. Repartía los fondos públicos como si fueran propios, operaba en la justicia con un abogado de nombre rutilante y hasta gastó una fortuna del presupuesto nacional para que su esposa jugara a la televisión de culto. Pero la fiesta terminó: Claudio Bonadio procesó al exministro de Planificación por la tragedia de Once y embargó sus bienes por 600 millones de pesos.
De Vido había zafado del juicio oral, adonde ya habían condenado a Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, y ahora tocó su turno. Sin protección en la justicia federal, De Vido pagará por su responsabilidad en la muerte de 51 personas -una de ellas embarazada– y 789 heridos.
El exministro se hizo rico durante las presidencias Néstor y Cristina Kirchner y su influencia atravesaba medios de comunicación, compañías locales, empresas multinacionales, gobernaciones, intendencias, cuevas de la city financiera e importantes despachos en Comodoro Py. De Vido actuaba en las sombras del poder y Bonadio acaba de ponerlo ante las luces con su procesamiento por los delitos de descarrilamiento y defraudación contra la administración pública.
No será la única noticia judicial que tendremos sobre De Vido. Aún debe explicar su participación en la compra irregular de vagones en España y Portugal y su explosivo crecimiento patrimonial en los últimos doce años, que no puede justificar con los honorarios que percibía como ministro del Poder Ejecutivo.
De Vido tiene fueros legislativos y apelará a ellos para evitar una condena efectiva en prisión. Su mandato termina el 10 de diciembre de 2019.