La caída de default causa un daño económico, social y político que se arrastra por décadas. El sistema capitalista funciona a fuerza de negocios y confianza. Si la confianza se afecta -caer en default, por ejemplo-, no habrá negocios. Y sin negocios no hay empleo privado, ni fondos públicos para sostener la educación, la salud y la seguridad.

Así funciona el sistema, que todavía no tiene alternativa ideológica tras la implosión de la Unión Soviética.

Máximo Kirchner tiene una idea del mundo y del funcionamiento del poder. Pero esa idea, en un contexto de caos mundial y sin correlación interna, se transforma en un salto al vacío.

Es mala praxis.

La fidelidad a un táctica política termina cuando tus supuestos representados pueden sufrir las consecuencias de una decisión atada a un preconcepto ideológico. Maximo Kirchner condena la actuación histórica del Fondo Monetario Internacional (FMI), y los hechos fundamentan su opinión crítica.

Pero en un simple ejercicio de costos y beneficios, no hay dudas sobre las posibles consecuencias de un default en la Argentina. Máximo Kirchner lo hizo. Y optó por una perspectiva mesiánica. Jugó a un futuro caótico para reivindicar -a continuación- su perspectiva ideológica inalterable.

Mesianismo puro. Cuando el orden mundial busca un nuevo balance de poder. Y no hay espacio para aventuras políticas.