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Malvinas, 35 años

Malvinas, 35 años

Notas

Leopoldo Fortunato Galtieri, un general beodo y torturador, creyó que la recuperación de las Islas Malvinas aseguraba su nombre en la historia nacional y preservaba los restos de la dictadura militar, que agonizaba por la situación económica, la presión de los organismos de derechos humanos y la despiadada interna en los cuarteles del Ejército. El 2 de abril de 1982, cuando aún se comentaba la marcha popular del 30 de marzo, los militares se apalancaron sobre el nacionalismo más irracional para cometer una nueva traición a la patria. Ese día, un grupo comando desembarca en las Islas Malvinas y Galtieri se apropia de la Plaza de Mayo, un sitio que horas antes había sido recuperado por la resistencia al régimen militar.

Galtieri evaluó que Estados Unidos jugaría a favor de la dictadura militar. En esa época, Ronald Reagan enfrentaba en una guerra de baja intensidad al Frente Sandinista de Liberación y Galtieri había enviado a Centroamérica a un puñado de asesinos y torturadores que pertenecían al Ejército y habían participado en la Triple A y en distintos Grupos de Tareas. Galtieri, un ignorante en política exterior, consideró que sus torturadores podían ser más importantes en la Casa Blanca que la relación histórica con el Reino Unido. Con esta línea argumental, el dictador asumió que nunca habría conflicto con los ingleses, porque Reagan le ordenaría a Margaret Thatcher que aceptara la decisión del régimen argentino.

Galtieri se equivocó. Las tropas británicas desembarcaron en Malvinas y avanzaron con certeza hasta Puerto Argentino. Hubo combates heroicos y miserias que la historia jamás absolverá. Los soldados muertos de hambre y de frío, estaqueados por sus superiores, mientras en Buenos Aires el dictador Galtieri ahogaba en alcohol su negligencia en la conducción de un conflicto que era asimétrico y tenía final cantado.

El 2 de abril de 1982, inició la agonía de la dictadura militar. Fue el último zarpazo de un animal asesino que buscaba su redención. La tragedia arrastró a cientos de soldados que apenas iniciaban su vida, y dejó una cicatriz imborrable en el alma del país.

35 años. Esos chicos ya no están.

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