La crisis de Gobierno causada por la derrota del Frente de Todos en las PASO, abrió una fuerte puja interna entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner que se saldó con la llegada de Juan Manzur a la jefatura de Gabinete, la asunción de Santiago Cafiero como canciller y la renuncia indeclinable de Juan Pablo Biondi, vocero presidencial.
La vicepresidente impuso su criterio político, y Alberto Fernández no tuvo otra alternativa que aceptar los cambios impuestos desde la Cámara de Senadores. El Presidente se sentía cómodo con Cafiero y Biondi, pero CFK fue implacable y el Gabinete cambio para siempre.
Manzur es amigo personal del Presidente y desconfía de Cristina. Sin embargo, el jefe de Gabinete entiende la correlación de fuerzas en la coalición oficialista y hará un ostensible equilibrio entre la Casa Rosada y el Instituto Patria.
El objetivo principal de Alberto Fernández y la vicepresidenta es recuperar Buenos Aires en las elecciones de noviembre, y las disputas políticas entre ellos quedarán en espera hasta saber si cumplieron con su máxima pretensión. Es una tregua de hecho. Y nada más.
El presidente y CFK han tomado distancia mutuamente y las diferencias de criterio son profundas. Una nueva derrota electoral causará un nuevo cambio de Gabinete y una crisis interna de difícil resolución. Por eso, el Frente de Todos ha volcado su aparato en el conurbano para evitar que Juntos por el Cambio triunfe -de nuevo- en los comicios del 14 de noviembre.