Las diferencias internas en la Corte Suprema habían permitido avanzar al Gobierno sobre tres jueces federales que tuvieron o tenían la responsabilidad institucional de juzgar por corrupción a Cristina Fernández de Kirchner. Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi habían confirmado el procesamiento de CFK en una derivación del caso Cuaderno, mientras que Germán Castelli era el titular del tribunal oral que debía llevar esa causa emblemática en las próximas semanas. Ellos eran magistrados trasladados por decreto, y esa fue la excusa perfecta para desplazarlos de sus cargos.

Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti se odian mutuamente. No hay razones académicas: uno le sacó la Presidencia de la Corte al otro. Y desde ese momento son enemigos íntimos, ya que conviven en el mismo piso (cuarto) del Palacio de Tribunales.

Pero la presión mediática, y los cuestionamientos públicos de Alberto Fernández, forzaron a los cinco miembros de la Corte a fijar posición común. Ya no era el caso Bruglia-Bertuzzi-Castelli, ahora era la imagen institucional del alto tribunal.

La Corte falló cinco a cero contra la decisión del Gobierno de correr a los jueces que actuaron -o actuarán- investigando a CFK. Todavía no está terminada la batalla política. Nunca se sabe que puede pasar en el cuarto piso del Palacio de Tribunales.