La desaparición del submarino ARA San Juan es una tragedia causada por una secuencia de errores en la cadena de mando de la Armada Nacional. El capitán de la nave, Pedro Fernández, informó sobre la medianoche del 14 de noviembre, que entraba agua por el sistema de ventilación y que esa filtración había provocado un cortocircuito en las baterías de proa. Minutos más tarde, el capitán Fernández aseguró a su cadena de mando que había resuelto la primera crisis del submarino que en superficie estaba rodeado por olas de 8 metros. Sin embargo, y pese al profesionalismo de Fernández, en la tranquilidad de la base naval todo siguió como su rutina habitual. A nadie se le ocurrió que el ARA San Juan debía regresar cuanto antes.
Horas después del primer incidente, el capitán del submarino vuelve a superficie e informa que tuvo otro problema con el mar y las baterías: éste más terminante, ya que afectaba a todo el sistema de proa. No obstante, Fernández continúa lidiando con la tormenta y los dispositivos instalados en la gestión de Cristina Kirchner, que emprendió el reciclado de «media vida» del ARA San Juan. El capitán se sumerge nuevamente –imposible ejecutar semejante reparación a nivel de snorkel por las olas gigantescas–, y derrota otra vez al destino montado por el Océano Atlántico y las baterías compradas por orden de CFK. Tras superar la segunda crisis, el ARA San Juan continuaba con su misión, y en Mar del Plata y Puerto Belgrano, la madrugada del 15 de noviembre alumbraba sin novedad en el frente.
Cerca de las 6 de la mañana del 15 de noviembre, cuando la tragedia iniciaba su última arremetida, el capitán Fernández pide un cambio de rumbo. Era obvio que la nave no resistía y tenía que volver a casa. Recién a las 7.30, se ordena su regreso a Mar del Plata. Tarde: ya no hubo comunicación con el ARA San Juan, que explotó tres horas más tarde en la profundidad del Atlántico Sur.
Aún se busca a los 44 tripulantes. La negligencia de la Armada y el mar, se los tragó para siempre.