Martín Guzmán y Kristalina Georgieva se reunieron en Washington para avanzar en la negociación de la deuda externa. Todo terminó en un encuentro protocolar, a la espera de las elecciones de noviembre y un eventual pacto político con Juntos por el Cambio.

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional sobrevivió al embate de Estados Unidos y Alemania -estaba sospechada de beneficiar a China cuando ocupó un puesto clave en el Banco Mundial-, y reiteró al ministro de Economía que no es posible un acuerdo de Facilidades Extendidas sin un programa de sustentabilidad aprobado en las dos cámaras del Congreso.

En este contexto, Georgieva y Guzmán resolvieron -de hecho- que las negociaciones continúen a un ritmo languido hasta que Alberto Fernández convoque a la oposición para cumplir con las exigencias del FMI. Sin pacto entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, un default de la Argentina aparece como un hecho cierto.

El país no tiene 18.000 millones de dólares para pagar los vencimientos de la deuda con el FMI previstos para 2022, y la única opción es un acuerdo político que sostenga un plan de ajuste económico para los próximos dos años. La ausencia de ese acuerdo, sumado a la inexistencia de los 18.000 millones de dólares en el Banco Central, pueden colocar a la Argentina en otra crisis económica, financiera y social.

Alberto Fernández ya se sinceró en la Casa Rosada. «El acuerdo con el FMI quedará para 2022», les dijo a un selecto grupo de empresarios que invitó a almorzar.

La Casa Rosada no tiene todo el 2022. En marzo de ese año, vence una primera cuota comprometida por Mauricio Macri cuando ocupaba Balcarce 50. Y todavía, los fondos no están. Son 18.000 millones de dólares.