Javier Milei fue fiel a su concepción ideológica, rompió la promesa que había hecho a la administración de Joseph Biden y se abrazó con Donald Trump en la cumbre conservadora montada en Washington para respaldar su carrera hacia la Casa Blanca.
La sonrisa del Presidente y su apuesta de política exterior hacia adelante causaron una fuerte y profunda conmoción en el Departamento de Estado, adonde se tenía como seguro que Milei no se abrazaría con Trump antes de exponer en una conferencia conservadora que reunió a los protagonistas más oscuros del partido Republicano.
Antony Blinken tenía previsto participar del G20 en Río de Janeiro y tomó la decisión de política de viajar a Buenos Aires cuando Balcarce 50 aseguró que Milei evitaría una encuentro protocolar o informal con Trump. Con esa promesa, el secretario de Estado aterrizó en Aeroparque, se reunió con el Presidente y ratificó que Argentina es socio estratégico de Washington en América Latina.
Pero un días más tarde, Milei adelantó su respaldo electoral a Trump y todo crujió en la administración demócrata. Biden ya pierde en las encuestas y su agenda en Medio Oriente complica sus posibilidades de obtener la reelección presidencial. El voto joven de origen demócrata e independiente cuestiona su apoyo a Israel ante el ataque terrorista ejecutado por Hamas, y ese voto es clave para vencer al candidato republicano.
El abrazo de Milei a Trump no va a implicar que Estados Unidos abandone a la Argentina en plena crisis económica, pero fue suficiente para congelar una visita oficial del Presidente a la Casa Blanca y enterrar la eventual participación del país en la Cumbre del G7. Son costos institucionales que se pagan por incumplir las promesas políticas.
Milei no se arrepiente del abrazo a Trump. Es su apuesta ideológica y personal hacia adelante.