Nada cambió en la Argentina: una marcha de los jubilados, manejada desde los restos del peronismo, concluyó con un fotógrafo al borde de la muerte por un gendarme que reprimió en forma ilegal y ya debería estar a disposición de la justicia.

Es la primera vez desde su llegada a la Casa Rosada que Javier Milei perdió el control de la calle. Enfrente tuvo patotas, lumpenes y desaforados, que utilizaron un reclamo legítimo para castigar a un gobierno que los puso en descubierto.

En este contexto, se debe ser preciso: la mayoría de los jubilados pasan hambre, y tenían derecho a reclamar. La plata no alcanza, y en el almacén todo sube con obstinada perseverancia.

La marcha mostró un flanco en la administración libertaria, y desplazó la hegemonía que tenía Milei para imponer la agenda. Una señal que prueba las reglas básicas del poder y la política: siempre hay corsi y ricorsi, cuando se abusa del excel.