Alberto Fernández hizo un viaje relámpago a Brasilia para pedir ayuda financiera a Lula da Silva. El presidente del Brasil escuchó a su colega argentino y se comprometió a encontrar una solución política en el corto plazo. No será una tarea fácil: Lula necesita conciliar posiciones adentro de su propio gobierno y lograr que la Cámara de Senadores apruebe los instrumentos financieros destinados a fortalecer las reservas que administra Miguel Pesce, titular del Banco Central.
El presidente junto a Sergio Massa plantearon a Lula y su ministro de Finanzas, Fernando Haddad, la posibilidad de establecer un mecanismo de prefinanciación de las importaciones de Brasil a la Argentina para evitar que el Banco Central consuma sus escasos dólares en el comercio entre ambos países.
Esa propuesta fue avalada por Lula, pero necesita la aprobación de la burocracia financiera del gobierno brasileño, el consentimiento de los empresarios locales y la mayoría simple de los senadores. Se trata de un proceso que llevará al menos seis semanas, un tiempo institucional y político que la Casa Rosada no tiene.
La ausencia de reservas en el Banco Central profundiza la crisis económica, que ya está atravesada por las elecciones presidenciales y la interna palaciega entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. La voluntad política de Lula no alcanzaría para remediar una situación institucional que empeora con el correr de los días.
El salvavidas no llegaría a tiempo.