Nicolás Maduro cometió un fraude histórico para preservar su poder en Venezuela. El dictador se niega a publicar las actas electorales, mientras reprime a la oposición política y enfrenta la presión internacional de América Latina, Estados Unidos y la Unión Europea. Sólo China, Rusia, Irán, Cuba y Nicaragua avalaron los resultados presentados por el regimen populista.

La resistencia política de Maduro transforma a la región en un laberinto institucional sin salida. La dictadura no tiene intenciones de negociar la transición democrática y el voto mayoritario de los venezolanos descartó una revuelta popular para forzar la renuncia del dictador.

Las Fuerzas Armadas, los servicios de inteligencia y el aparato represivo no quieren caer junto a Maduro y no dudarán en iniciar una guerra civil para mantener sus negocios ilegales. En este contexto, una rebelión sería una masacre infinita causada por la dictadura.

Joseph Biden, Lula da Silva y Emmanuel Macron dialogan con los voceros del regimen, pero hasta ahora solo hay un movimiento circular que no ha conducido a una solución de consenso. Sin Xi Jinping y Vladimir Putin en la mesa de negociaciones, la transición en Venezuela será un proyecto político con escaso futuro.