Joesley Batista es un brasileño multimillonario que pagó coimas para multiplicar sus negocios y proteger sus inversiones. Se dedica a matar vacas y comerciar sus cortes adentro y afuera del país. A principios de marzo, Batista entró a la residencia del presidente del Brasil, Michel Temer, con un grabador oculto en su saco y registró una conversación sobre coimas que ha puesto al sistema político contra las cuerdas. En esa grabación se escucha a Temer ordenarle a Batista que continuara sobornando al exdiputado Eduardo Cunha, en su momento el principal gestor de la caída de la presidente Dilma Rousseff. Batista hizo su faena: desnudó a Temer y sus relaciones de poder, a cambio de una reducción de su condena por haber sobornado durante años a los políticos más poderosos del Brasil.

La grabación de Temer fue publicada en los medios y obligó al Presidente a una desmentida formal. De nada alcanzó: en la conversación con Batista, Temer instruye para que se pague de determinada manera la coima destinada evitar que Cunha abra la boca y quiebre la precaria estabilidad de los restos del sistema político brasileño. Esa instrucción de Temer fue aprovechada por la justicia del Brasil, que montó un simulacro de pago para probar o descartar la participación del expresidente en una trama de corrupción similar a Odebrecht o Petrobras. La justicia probó el modus operandi y ahora Temer tambalea en su cargo.

Al Presidente del Brasil le quedan dos alternativas: renunciar o enfrentar un juicio político con final cantado. La inestabilidad de Temer abre un nuevo ciclo institucional que ya causa un fuerte tembladeral económico y financiero en la región. El Mercosur necesita del mercado brasileño y la crisis de Temer puede provocar un efecto dominó en sus socios regionales. Brasil en caída libre es un fenómeno político que tiene la suficiente capacidad para secar cualquier brote verde que aparezca al otro lado de la frontera con Argentina.