Donald Trump venció a Hillary Clinton por su campaña populista y cierto hastío que cayó sobre la candidata demócrata. Hillary no tenía carisma y Trump prometió en el interior de los Estados Unidos que la economía prosperaría con su triunfo electoral.
El empresario inmobiliario llegó a la Casa Blanca y avanzó en una agenda local que implicó discriminación racial, grandes negocios en Wall Street y disminución constante de las tasas de desempleo. Tenía la reelección asegurada, pero explotó la pandemia del COVID-19.
Joseph Biden fue vicepresidente de Barack Obama, es católico y aún sueña con ocupar el Salón Oval. Tiene un discurso sin estridencias y se presenta como la oportunidad de recuperar una agenda local más equilibrada y neutral. Reconoce el derecho de las minorías, cree en la salud pública y respeta la posibilidad de ganar una fortuna con la inteligencia y la vocación personal.
Trump puso como enemigo a China, diseñó un plan de contingencia para desembarcar en Venezuela y rechaza el acuerdo de Cambio Climático de París. Biden considera que puede haber una coexistencia pacífica con Beijing, que Nicolás Maduro puede ser desplazado a través de una mesa de diálogo y que el tratado de Paris asegura el futuro del planeta.
La elección es mañana. Y el resultado final es una incognita.