Daniel Ortega rige la dictadura en Nicaragua con mano de hierro. El líder sandinista viola todos los derechos humanos y es apoyado por Cuba, Rusia, China, Venezuela y Bolivia. Ortega va a elecciones presidenciales en noviembre, y aspira a mantener el poder hasta 2027. Para ganar los comicios, el dictador centroamericano tiene una táctica infalible: transforma en presos políticos a sus adversarios y prohibe su derecho constitucional a elegir y ser elegido.
Alberto Fernández no tiene vínculos políticos con Ortega, y rechaza sus modos dictatoriales. Pero el Presidente detesta a Luis Almagro, secretario General de la OEA, y dispuso abstenerse cuando ese foro regional trate la condena a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en Nicaragua.
Es decir: Alberto Fernández dejará a la Argentina al lado de Bolivia, Honduras, Belice y Granadinas -únicos aliados de Ortega en la OEA- por sus diferencias políticas y personales con Almagro.
Un error diplomático inédito: los estados se mueven por intereses geopolíticos al margen de los burócratas que manejan los organismos multilaterales. Cuando se produzca la votación en la OEA, el gobierno quedará al lado de regímenes populistas o países inexistentes para las relaciones diplomáticas de la Argentina.
En las próximas horas, Almagro sonreirá sin disimulo en su despacho oficial. Otra vez habrá colocado a Alberto Fernández afuera de la cancha, lejos del Mercosur y de los Estados Unidos, dos jugadores clave para la política exterior de la Casa Rosada.