Cuando se conoció el fallo de la Corte Suprema sobre las tarifas del gas, en gobierno no alcanzaban los adjetivos para describir la situación política y la consideración personal de Ricardo Lorenzetti. Pero fue un paso en falso: en Casa Rosada sólo habían leído el comunicado de prensa, que forzaba las decisiones jurídicas de la acordada. Aún no se entiende por qué Balcarce 50 confió a ciegas en los chismes del Palacio de Justicia y no accedió a la acordada antes del comunicado de prensa que informaba sobre su existencia. Cuando Marcos Peña leyó la decisión del alto tribunal, el análisis del fallo fue distinto y en tono respetuoso. Para el ejercicio del poder, la información es clave.
Juan José Gómez Centurión combatió en Malvinas con honor, apoyó a Mohamed Alí Seineildín que se levantó contra la democracia, fue funcionario en el gobierno de la Ciudad y Mauricio Macri lo designó en la Aduana. Gómez Centurión recorre el escenario político como un militar, pierde rápido la paciencia y cree que las intrigas se terminan arrojando granadas con la cara maquillada con betún. Hace semanas que está suspendido por una denuncia que presentó Patricia Bullrich por orden del Presidente de la Nación.
Esa denuncia está en un callejón sin salida y demuestra la escasa capacidad que hay en gobierno para entender cómo funcionan los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad. En un blooper con costo político, Gómez Centurión denunció un supuesto embarque clandestino de Efedrina, que ya había sido blanqueado por un decreto y que pertenecía a un importante empresario con acceso directo a Olivos y al Vaticano. La Efedrina no era Efedrina, el cargamento era legal, y estaba en el depósito porque era más barato destruirlo que pagar una multa aduanera. Otra vez, la ausencia de información y de muñeca política para enfrentar los hechos, liman la imagen pública de Macri.
El Estado Islámico (EI o ISIS) es una banda de fundamentalistas que matan en Medio Oriente, Estados Unidos y Europa. Se trata de un asunto delicado que preocupa a Balcarce 50, y que es poco entendido en ciertos despachos oficiales. Los servicios de inteligencia extranjeros ya han entregado informes sobre EI o ISIS, y la ministra Bullrich comentó sobre una operación que implica venta de cocaína en Buenos Aires, lavado de dinero en el norte de África y el uso de esos fondos para financiar ataques alrededor del planeta.
Sin embargo, pese a que es un tema delicado y complejo, Eugenio Burzaco afirmó a boca de jarro que se habían «detectado argentinos que se han formado en EI«. El secretario de Seguridad, en un error brutal, informaba públicamente que podían haber células dormidas en la Argentina. Burzaco no estaba ejecutando una operación de inteligencia para capturar a los fundamentalistas, simplemente abrió la boca ante los periodistas del diario Primera Edición de Misiones. A través de un comunicado de prensa, la ministra Bullrich –su jefa– lo desmintió. Pero el daño ya está hecho.
Tras el affaire político del cuadro tarifario, que desnudó las limitaciones políticas del ministro Juan José Aranguren, cayó la imagen pública de Macri. En Olivos pensaron que el Presidente pagaba la ineficacia de Aranguren, a lo que después se sumó la marcha masiva de la CTA, y la caída de los índices de empleo y producción. El encadenamiento de estos hechos políticos, ya conducen a otra situación: Macri debe ajustar su ejercicio del poder y evitar que los errores de su gabinete impacten sobre su imagen presidencial.
Sin imagen, no hay poder.