Vladimir Putin entregó 300.000 dosis de la vacuna rusa que ya se aplican en la Argentina. Alberto Fernández puede alegar que cumplió su promesa de vacunar contra el COVID-19 antes de fin de año, pero ahora enfrenta una escenario político con final abierto: no sabe todavía si tendrá las 5 millones de dosis de Sputnik V que Rusia se comprometió a entregar hacia mediados de enero.
El Kremlin presenta la aplicación de la vacuna rusa en la Argentina como un triunfo geopolítico de Putin, y jura que cumplirá con los acuerdos comerciales firmados con Alberto Fernández. Sin embargo, Moscú tiene un problema estructural que no se resuelve a través de afirmaciones públicas. Ha prometido tantas dosis alrededor de mundo que será muy difícil que cumpla en tiempo y forma.
Argentina no es una aliada política de Rusia. Ni tampoco tiene intereses globales que impliquen pertenecer al área de influencia de Moscú. Simplemente necesitaba la vacuna, y Putin encontró una oportunidad inédita para poner la Sputnik V en América Latina, un territorio que habitualmente observa con atención la agenda regional de la Casa Blanca.
En este contexto, si Putin tiene que optar entre Buenos Aires o Damasco, no tendrá una sola duda. Las vacunas llegaran antes a la capital de Siria. Y esta decisión puede complicar al Gobierno: no hay forma de explicar a los trabajadores de la salud que recibieron la vacuna rusa que ahora deberán esperar para recibir la segunda dosis de la Sputnik V.
Esa improvisación afectará la credibilidad del Presidente y puede conmover a la opinión pública. Millones de argentinos pretenden enfrentar al COVID-19 con una vacuna, y por lo menos era factible contar con la producción rusa. Ahora, esa instancia, está en la categoría de duda razonable.