Claudio Bonadio es un cazador solitario que jamás perdona a sus presas. Este juez federal aprendió la lógica del poder con Carlos Corach y tiene una paciencia infinita. Cristina Fernández siempre odió sus intrincado carácter y creyó que podía terminar con su voluntad como hizo con Daniel Rafecas, el juez que enterró la denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la expresidente. Bonadio ya alineó las pruebas que tiene contra CFK en la causa Los Sauces y ahora usará su conocida inteligencia para redactar un procesamiento que debería incluir a Máximo Kirchner, Lázaro Báez y Cristóbal López.
Pero Bonadio no está solo en su persecución penal. La imputación a Cristina y Máximo fue formulada por Carlos Rívolo, un fiscal federal que ya dio pruebas de profesionalismo y coraje cuando investigó la causa Lapa y al exvicepresidente Amado Boudou. Rívolo reunió evidencias entre las cajas del caso Hotesur –que Rafecas soslayó cuando lo volvieron a apretar–, empujó los allanamientos a los consorcios que manejaban ciertos inmuebles de la familia Kirchner y se apresta a solicitar las declaraciones indagatorias de CFK, Máximo, Báez y López.
El clan Kirchner, en sus diferentes formatos, enfrentan expedientes vinculados al lavado de dinero, al Fútbol para Todos, al sobreprecio de la obra pública, a las maniobras sistemáticas para eludir el pago de tributos, al enriquecimiento ilícito y a las coimas cobradas durante doce años. Pero ninguna causa como Los Sauces combina la voracidad de Bonadio, la ética de Rívolo, la voluntad política de la diputada Margarita Stolbizer –que hizo la denuncia– y las nuevas evidencias recogidas entre las cajas del caso Hotesur y los consorcios allanados en Puerto Madero.
Cristina, Máximo, Báez y López están en serios problemas. Y después de la feria de invierno marcharan a Comodoro Py.
Llueva o truene.